Repost de revista AMDD

El marketing está experimentando una revolución silenciosa que transforma profundamente el cómo diseñamos, ejecutamos y optimizamos nuestras estrategias. Este cambio, impulsado por tecnologías como la inteligencia artificial (IA), se materializa en lo que llamamos marketing autónomo, una evolución que promete redefinir el panorama y el papel de los profesionales del sector.

Para adentrarnos en este concepto, es necesario entender que marketing autónomo no es lo mismo que automatización del marketing, sino que va un paso más allá.

Esta última funciona mediante un conjunto de reglas preestablecidas (complejas o no). Por su parte, el marketing autónomo se adapta continuamente al entorno y tiene la capacidad de tomar decisiones dinámicas. Es un concepto que se asocia con “la libertad para gobernarse asimismo” (aprende), mientras que la automatización del marketing “tiene la capacidad de ejecutar tareas programadas” (ejecuta, no aprende).

Un ejemplo de automatización es la clásica construcción de flujos de correos electrónicos que se envían dependiendo de la acción que realiza el prospecto. Lo que hace este tipo de programación es ejecutar las instrucciones entregadas por los humanos.

Por su parte, un ejemplo de autonomía son los sistemas autónomos de los autos eléctricos: levantan datos con sus múltiples sensores (ingesta de datos), procesan la información en línea a través de modelos entrenados con AI (predicción) y toman decisiones como acelerar, frenar o virar (ejecutar).

El enfoque de autonomía, llevado al marketing, se desarrolla mediante tres etapas fundamentales:

• La captura de datos: Los datos sobre los clientes y sus interacciones alimentan los modelos de IA, que luego identifican patrones y tendencias.
• Procesamiento de información: Se procesa la información para optimizar estrategias, personalizando contenidos y recomendaciones en función de los comportamientos y necesidades específicas.
• Ejecución: Finalmente, las acciones se ejecutan de manera autónoma, eliminando la necesidad de ajustes constantes por parte de los equipos humanos (algo que sí es necesario con la automatización).

Un ejemplo destacado que utiliza este modelo en marketing autónomo es Albert.ai. Esta herramienta conecta diferentes plataformas digitales y optimiza campañas en tiempo real.

Empresas como Dole Asia han aprovechado esta herramienta y han logrado un aumento del 87% en ventas y una interacción 12 veces mayor respecto a índices de referencia. Albert.ai maneja tareas como reasignación de presupuestos, segmentación hiperlocal y optimización de anuncios, permitiendo que los marketeros se concentren en lo estratégico y creativo.

Lo interesante de este modelo es que no se busca reemplazar a los profesionales de marketing. Lo que hace en realidad es liberarles de tareas operativas o tediosas, para poder dedicar más tiempo a la creatividad y diseño de estrategias, áreas donde la intervención humana sigue siendo insustituible.

Pero sí tiene desafíos: los marketeros deberán abrazar la tecnología como una aliada clave, para dominar nuevas herramientas y maximizar su impacto.

Y esto último es clave. Estas nuevas tecnologías no deben llegar para que hagamos mejor o más rápido nuestras tareas actuales, sino que debe emerger con ellas algo nuevo, como la personalización a gran escala y en tiempo real. Probablemente, en algún momento podremos incluso anticipar las intenciones de nuestros clientes.

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